Vieja prostituta
Había tenido que emigrar a los 17 años. Soñaba ser actriz, como todas. Necesitaba encontrar algo más, algo más que un trabajo en una fábrica de mala muerte de seis de la mañana a seis de la tarde. Si… quizá ese trabajo le permitía pagar una buena habitación, vivir cómodamente y salir los domingos al cine y a tomar un helado.
Pero necesitaba algo más.
Así que se puso manos a la obra. Hizo su maleta y un día se marchó. Se instaló en una ciudad del sur, donde hace frío en invierno y calor moderado en verano. La ciudad tenía la herencia de haber sido una gran ciudad, importante, de hecho su puerto de mar creo que aún sigue siendo importante. Las casas eran desordenadas, los colores arbitrarios y las calles algo desquiciadas.
Buscaba. No encontraba. Buscaba. No encontraba. Y un día que no buscaba, apareció. Encontró caricias y palabras. Y eso le bastó. Con que poco se conformó. Era mucho para ella. No se lo podía creer. Y no pidió más; ni explicaciones, ni más palabras, ni más caricias. Así pasó días, alimentando el amor.
Hasta que un día se dio cuenta que se había convertido en prostituta. La vieja prostituta polaca, a la que todos los hombres respetaban. Ya ni siquiera cobraba. Algunos aun la buscaban, contaban sus penas, mostraban sus heridas… y ellas les cantaba sin parar.
Al oído, que es como más cura.
Y ahí quedó. Sin pedir nada a cambio.
Sin recibir nada a cambio.
Cuando murió, llovía a mares;
Olía a tempestades.
Sus cenizas se mezclaron con el barro.
Y ahí quedó.
Sola. Como habia vivido.
Pero necesitaba algo más.
Así que se puso manos a la obra. Hizo su maleta y un día se marchó. Se instaló en una ciudad del sur, donde hace frío en invierno y calor moderado en verano. La ciudad tenía la herencia de haber sido una gran ciudad, importante, de hecho su puerto de mar creo que aún sigue siendo importante. Las casas eran desordenadas, los colores arbitrarios y las calles algo desquiciadas.
Buscaba. No encontraba. Buscaba. No encontraba. Y un día que no buscaba, apareció. Encontró caricias y palabras. Y eso le bastó. Con que poco se conformó. Era mucho para ella. No se lo podía creer. Y no pidió más; ni explicaciones, ni más palabras, ni más caricias. Así pasó días, alimentando el amor.
Hasta que un día se dio cuenta que se había convertido en prostituta. La vieja prostituta polaca, a la que todos los hombres respetaban. Ya ni siquiera cobraba. Algunos aun la buscaban, contaban sus penas, mostraban sus heridas… y ellas les cantaba sin parar.
Al oído, que es como más cura.
Y ahí quedó. Sin pedir nada a cambio.
Sin recibir nada a cambio.
Cuando murió, llovía a mares;
Olía a tempestades.
Sus cenizas se mezclaron con el barro.
Y ahí quedó.
Sola. Como habia vivido.
2 Comments:
Hola guapa,soy Cristina,lo primero que no es exagerar, de verdad que te he visto guapa en la fotos, es cierto que quizás no puedo adivinar tus emociones, pero ahora que vuelves a recurrir a la polaca, me asustas un poco( no se si acierto o me equivoco), por esta razón te voy a decir solo una cosa: la prostituta polaca hizo lo que quiso, vivió como quiso y a su manera ( que es como debe ser) fué feliz y cuando murío "olia a tempestades", cuando otros mueran "olerá a rutina y a rancio".
Muchos besetes, y animo en todo.
Que grande eres Cristina... puta como me conoces... aunque si te digo la verdad no ha sido buen recursos ni literario, ni poético, ni personal ni emocional recurrir a la polaca. Si fue feliz, pero quizá a alquien no hizo feliz, así que lo siento. Lo siento. Lo siento.
Quiero oler, aunque sea a mierda, a tempestad, a flores... pero oler a algo, porque ¿sabes? este capitalismo incipiente que nos oprime por todos lados, está capitalizando hasta los olores... se me va la olla, lo se... pero hoy pasé por un mac donals y todos huelen igual. En la Puebla, Santiago, Madrid o Sebastopol... que asco me dio...
besos
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